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Carta Pastoral de mons. Francisco Prieto sobre la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

by santaeulalia

XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada

Fiesta de la Presentación del Señor

2 de febrero de 2024

“Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad”

Queridos hermanos y hermanas, miembros de la Vida Consagrada:

El don de la Vida Consagrada en la Iglesia sólo se entiende, en su fecundidad y riqueza, desde una dinámica del éxodo que nos conduce a salir de nosotros mismos, y a sembrar siempre de nuevo y más allá (EG 21), sin que nos preocupe la recogida inmediata de los frutos. La profecía de una vida entregada supone descubrir la potencialidad de la Palabra, que nos convoca y supera nuestras expectativas y cálculos (cf. Mc 4,26-29).

Tenemos que reconocer que, en ocasiones, nos hemos perdido en nuestra desgana, en lamentos y “habriaqueismos” (EG 96). Actitudes estas que nos hacen perder entusiasmo en la entrega y alimentan recelos y prejuicios que nos llevan a vivir como un funcionariado estéril que se contenta con “hacer lo de siempre y como siempre”.

Mirar el campo y observar la cosecha, no es para lamentos ni pesimismos. Pero tampoco para optimismos irrealistas. Es para sentirnos en las manos amorosas y trabajadoras de Dios y escuchar de nuevo la llamada a ser de nuevo enviados a su viña. Como dice el lema de la Jornada de este año, se trata de decir “con plena confianza y libertad: “Aquí estoy, Señor, ¡hágase tu voluntad!”.

Al mirar la presencia de la Vida Consagrada en nuestra Iglesia diocesana, no puedo menos que agradeceros esa disponibilidad y entrega, que toma la forma y rostro de vuestra presencia en tantas realidades pastorales, educativas y socio-caritativas. En la diversidad de carismas late la respuesta a la permanente llamada del Señor a “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Hacedlo, a la luz y el aliento del Espíritu, con audacia y creatividad.

No podemos olvidar que todos somos corresponsables de la vida y de la misión de la Iglesia y todos somos llamados a obrar según la ley de la mutua solidaridad en el respeto de los específicos ministerios y carismas, en cuanto cada uno de ellos recibe su energía del único Señor (cf. 1 Cor 15,45). Por eso, os convoco a caminar unidos a esta Iglesia diocesana, con sus fortalezas y debilidades, trazando juntos un camino que vaya perfilando, sin dilaciones y con realismo, el horizonte de una nueva etapa pastoral: los procesos personales y comunitarios son lentos, y sólo tienen lugar si damos la primacía al Espíritu que nos mueve.

Tenemos que avanzar unidos por un camino de conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están (cf. EG 25). Tenemos que confiar en el Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad (Rom 8,26), y para ello lo invocamos y confiamos en él, con la libertad de dejarse llevar por su soplo, renunciando a controlarlo todo, y “permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde quiera… ¡Esto es ser misteriosamente fecundos! (EG 280).

Superemos rutinas que paralizan y discursos que desgastan los ánimos y cierran los oídos del corazón. Son tiempos de oportunidad y de compromiso, de ponerse manos a la obra. Es el momento de aprender la gramática de la simplicidad, y no instalarnos en el reino de la retórica (EG 232), de acoger el ritmo de la espera, acompañar a los desesperados, de recuperar las entrañas de misericordia. Y no sólo con los que vienen de fuera o de lejos, sino también con los hermanos y hermanas de la comunidad. Procuremos suscitar en nuestras comunidades, tanto en las de vida consagrada como en las parroquiales, una cultura de la ternura y del cuidado, especialmente con los mayores a los que tanto debemos agradecer. Si así lo hacemos, será un signo distintivo y elocuente de una auténtica fraternidad.

Portadores de la promesa de Dios en vuestra vida como consagrados, os invito a ser actores de la misteriosa fecundidad del Espíritu (cf. EG 280). Como fueron María Nuestra Madre y el Apóstol Santiago. Con su intercesión, digamos una vez más: “¡Aquí estamos, Señor! ¡Hágase tu voluntad!”.

+ Francisco José Prieto Fernández
Arzobispo de Santiago de Compostela

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