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“Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco» (Lc 3, 21.22)
Con la celebración del bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad y la Iglesia nos invita a pensar en nuestro bautismo. Jesús quiso recibir el bautismo predicado y administrado por Juan el Bautista en el Jordán. Era un bautismo de penitencia: los que se acercaban ma- nifestaban el deseo de ser purificados de los pecados y, con la ayuda de Dios, se comprometían a comenzar una nueva vida.