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Evangelio del viernes, 6, de diciembre de 2018

by santaeulalia

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 9,27-31

Dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación

El encuentro del Señor con dos ciegos que le seguían, pidiéndole a gritos que tuviera compasión de ellos, nos permite confirmar cómo Jesús ante la necesidad y el sufrimiento humano no se echa para atrás ni puede permanecer indiferente; su actitud de acogida revela el verdadero rostro misericordioso de Dios e interpela a los creyentes a comprender lo que es la compasión.

La Palabra de Dios meditada en este Adviento nos mueve a hacer un camino de búsqueda sincera al Señor que se deja encontrar; continuamente el Evangelio nos presenta al Señor en contacto con los excluidos, marginados, pobres y pecadores; él no hace acepción de personas, no le cierra la puerta a nadie. Las gentes lo buscan con la esperanza de encontrar, no la lástima o una mirada de miseria, sino la compasión y la restauración de la vida personal y comunitaria.

El grito que hacen los dos ciegos, se hace expresión del clamor de tantas personas que también hoy reclaman el cuidado de su dignidad. Tantos gritos que se quieren silenciar; grito de los trabajadores que vienen explotados con salarios injustos, con horarios que sacrifican la salud y el tiempo de la familia; el grito de tantas familias que sufren por aquellos que han sido atrapados en las redes de las drogas y adicciones; el grito de los sin techo y sin posibilidades, el grito de los excluidos y marginados a los que se les niega los derechos a la salud y educación integral; el clamor de los niños no nacidos y de aquellos que vienen abandonados. Como cristianos es necesario escuchar ese clamor de los hermanos y así ser movidos por la compasión.

La pregunta que Jesús hace a los ciegos: “¿Creen que yo puedo sanarlos?” los mueve a dar un paso de maduración en la fe. Ellos hacen la confesión de fe en la autoridad que él tiene para poderlos restaurar. Ellos se abren a la fe capaz de confesar su confianza en el Señor que los puede sanar. Por esto el Señor les tocó los ojos y les dijo: “Que os suceda conforme a vuestra fe”. Y se les abrieron los ojos.

Dice el Papa Francisco: “…los ciegos se sienten seguros de pedir al Señor la salud, de tal manera que el Señor pregunta: «¿Creéis que yo puedo hacer esto?». Y le responden: «Sí, Señor. ¡Creemos! ¡Estamos seguros!». He aquí, las dos actitudes de la oración: es expresión de una necesidad y es segura.La oración es necesaria siempre. La oración, cuando pedimos algo, es expresión de una necesidad: necesito esto, escúchame Señor. Además, cuando es auténtica, es segura: escúchame, creo que tú puedes hacerlo, porque tú lo has prometido”.

Pidamos al Señor el don de la fe, que nos abra los ojos para reconocer la compasión de Dios que nos restaura, el don de la fe que nos permita tener sentimientos continuos de caridad con los hermanos, especialmente los más vulnerables y necesitados; el don de la fe que nos permita dar testimonio de lo que hemos creído y vivido en el Señor. Hoy le decimos al Señor: “ten compasión de nosotros… creemos que nos puedes sanar”.

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