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Evangelio del martes, 28 de mayo

by santaeulalia

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 5-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?» Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.»

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
Continuamos la meditación del discurso de despedida de Jesús recreando aquellas palabras dirigidas a los Apóstoles en la Última Cena y que el Espíritu recuerda a los discípulos de todos los tiempos. En medio de la tristeza que se sentía por la despedida, el Señor anuncia el envío del Defensor, del Paráclito, del Espíritu Santo que los conducirá a la verdad completa.

En el camino pascual que recorremos nos aproximamos a la fiesta de Pentecostés para confirmar, como nos dice el apóstol san Pablo, que no hemos recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor sino el Espíritu que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (cf. Romanos 1, 14-18).

El Señor lo presenta como el Paráclito que significa abogado, es decir, apoyo, asistente. Es quien viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos pedir lo que nos conviene (cf. Romanos 8,26). El Espíritu nos asiste con sus dones: “y reposará sobre él el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor (Isaías 11,2).

El Espíritu Santo es quien nos abre a la fe en Jesucristo, dándonos la certeza de su presencia entre nosotros; es por su poder que el Señor se hace presente en la Eucaristía, es por su poder que la Iglesia vive el ministerio de la reconciliación y del perdón de los pecados; es por su multiforme gracia que la Iglesia está bañada de carismas y servicios. El Espíritu Santo nos hace vivir en alianza con el Dios que nos salva.

Es el Espíritu santo que nos alimenta la esperanza: “La esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Rom5,5). En cristiano movido por el Espíritu vive en la confianza de saberse acompañado, defendido y animado para alcanzar la salvación. Por esto, nos conduce a la relación de intimidad con Dios nuestro Padre y con su Hijo Jesucristo, nuestro salvador.

Es el Espíritu el que nos mueve a vivir la caridad, reconociendo la presencia de Jesús en el prójimo; así nos recuerda las palabras del Señor: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” y “…Cada vez que lo hicieron con uno de estos mis pequeños hermanos conmigo lo hicieron”. Dejémonos conducir por el Espíritu para producir frutos de vida eterna.

P. John Jaime Ramírez Feria

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