Noble gallego ( Rudessindus Guterri )
Noble gallego
Nació en Santo Tirso ( Portugal ) en el año 907.
Falleció en Celanova ( Orense ) en el año 977.
Su padre era el hombre de confianza del rey Ordoño II.
Abad y fundador de varios monasterios, entre ellos, Celanova.
Obispo de Mondoñedo.
Gran figura política, virrey del rey astur leonés Fruela II.
Primo de Ramiro II, de León ; Sancho Ordoñez de Galicia; Alfonso IV.
Tras morir su padre, su madre fundó un convento femenino cercano a Vilanova dos Infantes.
En su familia , también, hubo destacados prelados.
Impulsó el monacato en el noroeste de la península.
Restauró varias diócesis y propagó la regl benedictina.
Puso orden en su diócesis de Mondoñedo, pasando luego a Celanova y desde allí extendió su influencia gracias a las donaciones de los nobles.
Extendió por Galucia el prerrománico.
El rey Alfonso repartió su reino entre sus tres hijos.
Según avanza la Reconquista el poder se aleja de Galicia.
En esta época Galicia vive una etapa de inestabilidad y desgaste.
La política pone a la cabeza de los obispados gallegos a miembros de la nobleza para asegurar las riquezas, pasan los poderes eclesiásticos.
San Rosendo sucede a su tío… así sucesivamente.
Las disputas políticas se trasladan , también, al clero.
Nace enemistad entre Rosendo y Sisenando ambos obispos durante la incursión vikinga.
Sisenando fue encarcelado por el rey Sancho, escapando al fallecimiento de éste y entró armado en Compostela para echar Rosendo.
Muerto Sisesando por los vikingos. Rosendo abandonó su retiro monacal para encargarse del obispado de Iria.
Intervino en las luchas entre Ordoño IV y Sancho I, ambos coronados en Compostela.
Los reyes le confiaron Galicia como virrey.
Lideró Galicia contra los normandos.
Sancho I le nombró administrador, cargo que llevó hasta el envenenamiento del rey y entonces se retiró definitivamente hasta el fin de sus días.
1 marzo, 2020
Confesar, como decía el recordado cardenal Martini, es un sacramento fundamental, aunque ahora está a la baja. Cada vez son menos las personas que lo practican y se ha convertido en algo casi mecánico: se confiesa el pecado, se recibe el perdón, se recita alguna oración y termina todo.
Hay que devolver a la confesión su esencia sacramental: arrepentimiento y gracia, una relación constante con el confesor, una dirección espiritual. Lo importante del sacramento es hablar «de corazón a corazón», dándole más importancia a la voluntad de cambio, y no tanto a decir «toda la retahíla de pecados». Y lo cierto es que nos confesamos poco, aunque, muchas veces, pueden ser los propios sacerdotes los que no dan facilidades para hacerlo, viendo cómo mucha gente va a comulgar, pero no hay sacerdotes para confesar. Se ha perdido el sentimiento de culpa y pasamos de una época en la que todo se era pecado a otra en la que nada nos hace culpables; hay justificación para todo lo que hacemos sin preguntarnos nunca por la justificación moral de nuestros actos.
Debemos dar a la confesión su verdadera importancia o se convierte en algo superficial. La intervención de Jesús frente al pecado no exige acusaciones, sino que perdona, motiva y orienta gratuitamente. Son actitudes fundamentales sin que haya que suprimir el pertinente consejo del confesor, y esas actitudes son las que hay que provocar, ayudar y consolidar, sin centrarse en la «lista de pecados». La formación moral de la persona hay que darla fuera del sacramento.
El tiempo más oportuno para satisfacer el precepto de la confesión anual es la Cuaresma, según el uso introducido y aprobado de toda la Iglesia. En nuestra parroquia Tenemos la oportunidad de confesar todos los domingos desde las 11:o hh. hasta las 13:00 hh. o a diario antes y después de misa de 19:00 hh.
Cfr. J. Vilumbrales