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28 noviembre, 2019

Todos los jueves los dedicamos a la adoración del Santísimo Sacramento, rezando de manera especial para que aumenten las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, por la buena formación de los seminaristas, y por la santidad de los sacerdotes. No se trata de un acto más de la vida parroquial sino de un momento central.

Con frecuencia la parroquia presenta actividades destinadas a los diferentes “públicos”: niños, jóvenes, adultos, enfermas, desfavorecidos, etc… Iniciativas pastorales todas ellas con un mismo fin apostólico: acercar almas Cristo. Y, entre todas ellas, la respuesta al mandato de Jesús de “rogar al Dueño de la mies que mande obreros a su mies” se ha vuelto una necesidad imperiosa.

Es por eso que cada jueves nos postramos ante Jesús Eucaristia para pedírselo. Estos ratos de oración y adoración han de servir también como un detonante para que todas las demás iniciativas parroquiales tengan un sólido sustento y fuerte impulso en la contemplación del Santísimo Sacramento del Altar.

Se equivoca quien cree que por adorar al Santísimo el cristiano se desconecta de las realidades terrenas y se queda en una especie de limbo.

La Iglesia y todos los creyentes encontramos en la Eucaristía la fuerza indispensable para anunciar y testimoniar el Evangelio de la salvación.

Lugar: Iglesia nueva de Santa Cruz
Hora: 19:30 hh.
Día: Jueves

28 noviembre, 2019
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Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,20-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Meditación

Continuamos hoy la meditación del discurso apocalíptico que nos presenta el evangelista San Lucas. Recordemos que en los dos anteriores episodios hemos recibido la invitación a no dejarnos engañar y a no tener miedo, a saber leer los acontecimientos de la historia y a perseverar en la fe dando testimonio del Señor.

Dos señales son presentadas en el pasaje de hoy. En primer lugar, la destrucción de Jerusalén. Para los judíos, Jerusalén era la Ciudad Eterna. Hacia el año 70, Jerusalén fue cercada y destruida por los ejércitos romanos; este acontecimiento representó para los judíos y cristianos una profunda convulsión en la fe. En segundo lugar, la mención de las señales en el cielo y en la tierra evoca la llegada del cielo nuevo y la tierra nueva, imágenes que se encuentran en la profecía de Daniel (Dan 7,-14) en donde la llegada gloriosa del Hijo del Hombre con quien se construye una nueva historia.

Así se ve que el dolor que desde ahora se soporta, la lucha que los creyentes hacen por la vida y los valores del Reino, la perseverancia en la fe en medio de las persecuciones e incomprensiones, son semillas de la espera de la plenitud del Reino que llegará.

Leyendo este pasaje indica el Papa Francisco que “pensamos en el regreso de Cristo y en su juicio final, que manifestará, hasta sus últimas consecuencias, el bien que cada uno habrá realizado o habrá dejado de realizar durante su vida terrena, percibimos que nos encontramos ante un misterio que nos supera, que no conseguimos ni siquiera imaginar. Un misterio que casi instintivamente suscita en nosotros una sensación de miedo, y quizás también de trepidación. Pero si reflexionamos bien sobre esta realidad, esta sólo puede agrandar el corazón de un cristiano y ser un gran motivo de consuelo y confianza”.

Entonces, como cristianos vamos comprometidos con la construcción de una mejor historia teniendo la mirada en la plenitud que solo el Señor Resucitado puede darnos; no nos desalentamos al vernos en medio de realidades que se alzan contra la fe y la humanidad. El llamado del Señor a alzar la cabeza nos mueve a ser decididos en el compromiso con el Evangelio. “No tengan miedo”, nos dice el Señor.

28 noviembre, 2019
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