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22 junio, 2019

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,24-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?

No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos».

Meditación

¿Cómo entender la afirmación: “No puedes servir a Dios y al dinero”?¿Cómo entender la recomendación de no vivir preocupados por la comida, la bebida y la ropa? ¿Quién ocupa el primer lugar en nuestra vida?

Con estas preguntas el creyente se encuentra con un texto que va indicando lo que significa ser cristiano: una opción de vida bien concreta que compromete toda la existencia humana. También hoy estas palabras de Jesús causan sorpresa entre la gente; en medio de las circunstancias de la vida, la gran preocupación de los padres es el sustento de sus familias, y Jesús no critica este sentido de responsabilidad, sino cuando esta preocupación ocupa el horizonte de la vida.

Cuando un sistema económico obliga a las personas a vivir en función de la producción hasta el punto de no dejar espacios para otras realidades importantes se deshumaniza el trabajo, la familia y la misma persona; se sacrifica el tiempo de la familia, del estar juntos, de cultivar la vida espiritual, incluso del sano descanso. Y al final ¿qué queda? Jesús dice que la vida vale más que los bienes de consumo. Si el objetivo de la vida fuese “conseguir cosas” el hombre nunca encontraría la plenitud de su existencia; cuando el dinero y las posesiones materiales son el centro de la existencia no importa, incluso, sacrificar el bien y la dignidad de los otros. Esta idolatría no solo corrompe el corazón desvirtuando la verdad del valor del prójimo. Cuánto se sufre con un trabajo deshumanizado, cuánta soledad de los hijos de aquellos padres que deben trabajar y trabajar para cumplir con sus obligaciones económicas; alguna vez un joven en su soledad decía “yo tengo una gran casa pero me hace falta tanto tener en hogar” o el que se siente rodeado de bienes materiales pero empobrecido en su interior.

Y la propuesta de Jesús no es ni una ideología ni un llamado a huir de las responsabilidades temporales; la propuesta de “buscar primero el Reino” significa discernir la voluntad de Dios en la vida de cada día teniendo claridad de las prioridades en la vida. El Reino de Dios pide unas actitudes que rompen con el sistema de acumular, de centrar la vida en el producir; el Reino de Dios pide priorizar la experiencia de Dios como Padre que libera de los egoísmos y abre el corazón al bien de los hermanos.

Dice el Papa Francisco: “Debemos escuchar bien esto, mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Si en cambio, confiando en la providencia de Dios, buscamos juntos su Reino, entonces a nadie faltará lo necesario para vivir dignamente. Un corazón ocupado por la furia de poseer es un corazón lleno de esta furia de poseer, pero vacío de Dios. En un corazón poseído por las riquezas, no hay más espacio para la fe. Todo está ocupado por las riquezas, no hay lugar para la fe. Si en cambio se deja a Dios el lugar que le espera, o sea el primer lugar, entonces su amor conduce a compartir también las riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de solidaridad y de desarrollo, como demuestran tantos ejemplos, también recientes, en la historia de la Iglesia”.

Entonces, no se niega el valor a las cosas de este mundo que a todos son necesarias, se pide discernir, con la ayuda de Dios, dónde, cuándo y cómo encausarlas. Si lo primero en la vida son las cosas de Dios, todo cuanto se haga tendrá un nuevo sentido que da plenitud a la cotidianidad. Vivir cada día con la certeza de estar edificando la vida en Dios y para Dios.

22 junio, 2019
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La Iglesia nueva de Santa Cruz será marco el próximo miércoles 26 de junio a las 19:00 hh. de la misa que con motivo de la fiesta de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, organiza la parroquia.

Aunque desde hace muchos años se viene celebrando la misa en su honor en la parroquia, esta es la primera tras la reciente Beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri Fernández de Heredia, doctora en Ciencias Químicas, catedrática española de maestría Industrial, investigadora que se ha convertido en la primera laica del Opus Dei en subir a los altares. Con el Beato Alvaro del Portillo, ya son ya son tres los miembros de la Obra que la Iglesia nos presenta “oficialmente” como modelos a seguir para alcanzar la Corona de gloria que no se marchita, desde que esta fuera fundada el 2 de octubre de 1928.

La festividad de San Josemaría tiene un significado muy especial – no solo en nuestra parroquia donde se le profesa una gran devoción- si no también para millones de personas en todo el mundo, pues el Opus Dei se encuentra extendido por los cinco continentes y mucha gente desea agradecer a Dios la fidelidad de San Josemaría a la misión que recibió: la de recordar a personas de toda condición la llamada universal a la santidad a través del trabajo y de las circunstancias ordinarias de la vida.

San Josemaría Escrivá (Barbastro, 1902 – Roma, 1975) fue calificado por san Juan Pablo II como “el santo de lo ordinario”. Como explicó el Papa en la misa de su canonización (Roma, 2002), san Josemaría enseñó que la vida espiritual y la vida familiar, profesional y social —hecha de pequeñas realidades terrenas— no han de estar separadas sino fundidas en la única existencia santa y llena de Dios. Estas afirmaciones constitu- y en un buen resumen de la vida de san Josemaría y su mensaje, fundidos en unidad.

En efecto, el 2 de octubre de 1928 el Señor mostró a san Josemaría con claridad el Opus Dei (Obra de Dios) como realidad marcada a fuego en el alma de un joven sacerdote que dedicó desde entonces a ese fin todas sus energías. Se abría así en la Iglesia un nuevo camino dirigido a promover la búsqueda de la santidad y el ejercicio del apostolado, me- diante la santificación del trabajo ordinario, en medio del mundo y sin cambiar de estado.

La expresión “Obra de Dios” suponía para san Josemaría la convicción de estar cumpliendo un querer divino, y a la vez expresaba muy bien su contenido: vida ordinaria, trabajo profesional, convertido, por la oración y la entrega personales, en obra de Dios, en Opus Dei, trabajo hecho cara a Dios y en servicio de todos los hombres.

Lugar: Iglesia nueva de Santa Cruz
Dia: Miércoles 26 de junio
Hora: 19:00 hh

22 junio, 2019
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19. ¿Qué es el pecado?

El pecado es, en definitiva, el rechazo de Dios; es responder “no” al ofrecimiento del amor de Dios, que es Él mismo. Pero ¿cómo saber si estoy rechazando el amor de Dios? A esta pregunta responde el mismo Dios: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn 14, 15). Quien no se esfuerza por cumplir los mandamientos de Dios, no ama a Dios, rechaza el amor de Dios.

No se trata, por tanto, solo de cumplir o no cumplir los mandamientos; se trata de amar o no amar a Dios, se trata de acoger o rechazar el amor de Dios, porque los mandamientos han salido del corazón de Dios, y del corazón de Dios no hay más que Amor.

Por eso, aunque muchas veces no entendamos o se vuelva difícil cumplir sus mandamientos, hagamos nuestro máximo esfuerzo, sabiendo que así corresponderemos, en parte, al inmenso amor que Dios nos tiene. Y si en medio de la batalla caemos, no nos preocupemos, sigamos el ejemplo de los que en verdad se aman: pidamos perdón. Pidamos perdón a Dios, del modo que él mismo ha querido: a través del sacramento de la reconciliación.

“No olvides, hijo, que para ti en la tierra sólo hay un mal que habrás de temer, y evitar con la gracia divina: el pecado” (san Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino 386).

22 junio, 2019
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