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27 diciembre, 2018

El día de Navidad el Niño-Dios ha venido cargado de regalos para la parroquia. Celebramos el nacimiento del Enmanuel -el “Dios con nosotros”- y todos esos regalos son para hacer presente, custodiar y exponer al Dios Eucaristía. Se trata de una custodia, un cáliz y un copón que gracias, a la generosidad de una familia, vienen a cubrir una carencia que teníamos en la parroquia:

La Custodia es una pieza de plata del siglo XX, mide casi 60 centímetros de altura y 30 centímetros de ancho y su base está exornada por elementos eucarísticos, mientras que el tronco se conforma de un ángel de cuya testa surgen ramas de trigo, donde nace el sol, en cuyo centro se encuentra el viril en el que se cobija el Santísimo Sacramento. Finalmente, la Cruz de Cristo, entre los rayos que surgen del viril, centra la parte superior de una pieza que viene a acabar con una carencia que tenía la parroquia hasta la fecha.

El segundo presente que hemos recibido es un Copón de plata, de del s. XVII de estilo barroco, con basamento elevado de perfil cónico, nudo arcaizante semiovoide con toro de coronamiento y rica ornamentación de cardina de factura muy plana y repujado de temas florales. Se trata de una pieza de gran envergadura y amplia copa

El tercer regalo es un Cáliz de plata, también del s. XVII, de unos 30 cms. y de estilo barroco. Con estructura de nudo periforme y amplia subcopa con pequeña crestería de coronamiento. Es una de bea muy labrada con motivos florales y los instrumentos de la Pasión ( columna de la flagelación, clavos, dados con los que se sorteó el manto del Señor, etc..).En la base tiene una inscripción repujada con las iniciales IHS y el remache en forma de rosa.

Agradecemos de corazón la generosidad y sensibilidad de la familia que nos lo ha donado pues han recuperado el uso de estos vasos sagrados hechos para el Señor y que vuelven para ser usados en el culto.

Como bien sabéis la parroquia tiene “falta” de muchas cosas y donaciones como la de ayer contribuyen a ir tachando de la “lista de carencias” algunas de ellas.

Muchísimas gracias y que Dios les premie su bondad.

27 diciembre, 2018
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Lectura del santo evangelio según san Juan 20,2-8

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
Sigue resonando en esta Octava de Navidad la alegría por la celebración del misterio del nacimiento del Señor, como nos lo dice el prólogo del Evangelio según san Juan: “La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros… Y hemos contemplado su gloria…” (Jn 1, 14). En este contexto de júbilo celebramos la fiesta del apóstol y evangelista san Juan, que nos invita a vivir la experiencia de la intimidad con el Señor, a ver su acción y creer con generosidad.
Juan, el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, era pescador y en un día en el que remendaba las redes a la orilla del lago de Galilea, el Señor se acercó y lo llamó “ven conmigo y te haré pescador de almas”. Ante aquella mirada de amor, Juan no pudo resistirse a la Palabra y, dejándolo todo, lo siguió. Dentro del grupo de los doce, Juan tuvo un papel muy importante. Junto a Pedro y Santiago presenció los más grandes milagros de Jesús: la Transfiguración, la resurrección de la hija de Jairo; estuvo allí en la agonía de Cristo en el huerto de los Olivos, fue testigo de la pasión del Señor y estuvo al pie de la cruz en donde recibió a María como madre; “hijo he ahí a tu madre”. El Domingo de la resurrección, fue el primer en llegar al sepulcro vacio, vió y creyó. Nos enseña la tradición, que Juan se encargó de cuidar a María Santísima; se le representa con un águila al lado. San Epifanio, señaló que San Juan murió hacia el año 100 a los 94 años de edad.
Celebrar la fiesta del apóstol San Juan nos conduce a reconocer, en primer lugar, la necesidad de vivir nuestra fe desde la perspectiva y como discípulos amados que nos dejemos encontrar y apasionar por el Señor y su evangelio. Sin esta experiencia, la fe se convierte en algo circunstancial u opcional, una fe que se quebranta en la prueba incapaz de ver la acción de Dios. Ser discípulos amados es ponernos en camino tras el Señor, la Palabra hecha carne que nos concede la gracia de contemplar su gloria. Ser discípulos amados es escuchar con corazón abierto la Palabra que da vida y edificar nuestra existencia sobre la Roca que es Jesucristo. Ser discípulo amado es abrirnos a la novedad de la fe para recostar la cabeza en el pecho del Maestro, permanecer firmes en la Cruz, alegrarnos en la resurrección y acoger a María como madre en nuestra casa. Vivir la condición de discípulos amados nos abre a la contemplación del misterio de Dios y del hombre.
En el contexto de esta Navidad la fiesta del apóstol San Juan es un llamado a acoger a Jesús haciendo vida en nosotros su Palabra. Por ejemplo, en los escritos joánicos encontramos una insistencia a amarnos como hermanos, como el Señor nos ha amado; “amémonos unos a otros porque el amor viene de Dios; quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor”.
Que estos días de fiesta, podamos contemplar el misterio de nuestra salvación, desde el corazón de María que supo acoger en su vientre la Palabra eterna del Padre Dios.

P. John Jaime Ramírez Feria

27 diciembre, 2018
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