Es posible que muchas personas acudan a las fiestas del verano por tradición, para desconectar o como pretexto para reunirse con los suyos en un ambiente de alegría y diversión. Hoy os propongo elevar un poco más la mirada para poner el foco en el origen, en el trasfondo primero de nuestras celebraciones. ¿Por dónde empezaron? ¿Qué fue lo que las hizo anclarse a nuestra cultura e idiosincrasia? En la mayor parte de los casos hay un motivo religioso. Y si no lo hubiera, el mero hecho de un verano, unas vacaciones, una conmemoración, bien valdría elevar una acción de gracias a quien ha propiciado o concedido esa “suerte”.
En muchos lugares, como el nuestro, es tradición juntar dos fuertes “amores” muy queridos por la tradición cristiana: Jesús y María. De ahí brotan las celebraciones cercanas que honran al Santísimo Sacramento y a la Virgen del Carmen. Reconozco que estas dos “perlas” de la religiosidad católica me llevan a soñar alto y profundo; no puedo dejar de relacionarlas con el incomparable marco natural que en nuestra parroquia se nos ha concedido. Cuando porto la custodia que lleva al Santísimo Sacramento, acompañado por un gran número de fieles, evoco sin esfuerzo a esos peregrinos de la vida (eso somos) que se dirigen a la “patria” celeste donde nos espera la puesta de sol (el sol, me recuerda mucho al Señor en la Eucaristía que va delante de nosotros). Nuestra Señora del Carmen, tal pronto pone sus pies en la barca que la pasea por nuestros mares, imprime deseos en el corazón de anunciar a mucha gente la Buena Noticia del Evangelio; el anhelo de contagiar un horizonte eterno de felicidad auténtica.
Llamadme nostálgico, si queréis, pero no puedo evitar ver más allá. En cada manifestación gastronómica, doy gracias por la abundancia de experiencias sensoriales que provocan los productos bien cocinados de nuestra tierra. Cada reencuentro con un ser querido, cada abrazo, me impresiona la riqueza de lazos que Dios nos concede; eso que nos hace sentir un poquito “hermanos” en cada celebración compartida. La música, el paisaje, una liturgia cuidada en la Misa… ¡qué esplendidos marcos para dejarnos querer e imprimir una huella imborrable en el libro de la historia humana!
Os deseo unas muy felices fiestas. Recibidlas como un don que entre todos hemos preparado. El Papa recomienda con frecuencia: “cuidaos”. Puede resultar muy útil en nuestras celebraciones. Con sentido común, podría concretarse en “pensar un poco en los demás”. Cuando el amor nos lleva a facilitar, sonreír, recoger, dejar limpio, tener paciencia y educación… se genera un clima muy en sintonía con el Pan que prepara Jesucristo, el Santísimo, y que a su Madre, Nuestra Señora del Carmen, le gusta repartir.