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6 diciembre, 2020

“Contigo soy luz en el camino”

Queridos diocesanos:

El 6 de diciembre conmemoramos en la Diócesis el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. La Iglesia siempre se ha sentido muy cercana a estas personas de las que tanto aprendemos y cuya dignidad hemos de subrayar siempre. ¡Cómo hemos de agradecer a las personas que cuidan a los más débiles, sobre todo en estas circunstancias de la pandemia,  a quienes hemos de hacer visibles en la vida de cada día! Esta jornada busca sensibilizar a la opinión pública sobre la condición de estas personas, apoyando su dignidad, sus derechos y bienestar, y trabajando para integrarlas en la comunidad civil y eclesial no como meros sujetos pasivos sino activos. Sería una pena no contar con sus dones y posibilidades. La Doctrina social de la Iglesia considera que “la sociedad debe ayudar a las personas con discapacidad para que puedan desarrollar todos sus dones; esa es la base de las sociedades justas y solidarias”.

Luz en nuestro camino

Las personas discapacitadas son presencia de Cristo y con ellas hemos de promover la cultura del encuentro. Los cristianos, decía San Juan Pablo II,  somos conscientes de que “en Dios descubrimos la dignidad de las personas  humanas, de cada una de las personas humanas. El grado de salud física  o mental no añade ni quita nada a la dignidad de la persona; más aún, el  sufrimiento puede darle derechos especiales en nuestra relación con ellas”. Esto es lo que se percibe cuando uno visita los centros o las casas donde viven estas personas. Son un faro de gratitud, de bondad y generosidad que nos lleva a entrar dentro de nosotros mismos, derrochando cariño y humanizando nuestra vida. Son luz en nuestro camino que ilumina esos espacios oscuros de nuestra vida fundamentada en la autosuficiencia. Os escribía el pasado año en esta Jornada, que cuando tanto se valora la fortaleza física de la persona y tanto se habla de transhumanismo, las personas discapacitadas son ese libro humano en el que tantas cosas podemos aprender. La familia donde se recibe la vida, los medios de comunicación y la Iglesia, portadora de verdadero humanismo, contribuyen a que la sociedad ayude a estas personas. Decía el pasado año en esta Jornada el papa Francisco: “Tengamos el coraje de dar voz a aquellas personas que son discriminadas por su condición de discapacidad, porque desafortunadamente en algunos países, incluso hoy, es difícil reconocerlas como personas de igual dignidad, como hermanos y hermanas en el humanidad”.

La luz de la Navidad

También en esta Navidad se nos pide salir de nuestras cuevas en las que esperamos al Señor según nuestros planes, y acercarnos al establo de Belén para comprobar que Dios se nos muestra de manera imprevisible, arropándose en la sencillez, en la pobreza, en el desvalimiento y en la humildad. Su realismo humano es el referente de la autenticidad para el hombre.  El Señor se ha hecho contemporáneo de la vida de cada uno de nosotros, también en medio de esta pandemia y de nuestra fragilidad que nos desasosiegan y cuestionan. Pero como Jesús también decimos: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25.29-30). Queramos de manera especial a estas personas discapacitadas y manifestemos nuestra ternura con ellas, utilizando nuestras manos y corazón para sentirnos cercanos a ellas y cuidarlas en todo momento. Sin duda cuidarlas a ellas es cuidarnos a nosotros como criaturas de Dios, creadas a su imagen y semejanza. Tratemos de ver con los ojos de Dios descubriendo que lo que acontece para los que aman a Dios, todo le sirve para su bien.

Os animo a todos a vivir esta Jornada en nuestra Diócesis, ofreciendo un mensaje de esperanza a las personas con discapacidad que son luz en nuestro camino. Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela

6 diciembre, 2020
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Carta Pastoral en el Día del Seminario. Marzo 2020
(Trasladada al 8 de diciembre)

Pastores misioneros

Queridos diocesanos:

La solemnidad de san José es ocasión providencial para tomar conciencia de la importancia del Seminario, “casa y corazón de la Diócesis”, hogar de formación para los candidatos al Sacerdocio.

Impulso misionero en la formación

“Jesús subió al monte; llamó a los que quiso y se fueron con él. E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios” (Mc 3, 13-15). En la perspectiva de este pasaje del Evangelio se celebra el Día del Seminario 2020 y se explica el lema de esta Jornada: “Pastores misioneros”. Los seminaristas han de conseguir el objetivo de formarse como pastores esencialmente misioneros dentro de una Iglesia toda ella misionera. “Se trata de custodiar y cultivar las vocaciones, para que den frutos maduros. Ellas son un diamante en bruto, que hay que trabajar con cuidado, paciencia y respeto a la conciencia de las personas, para que brillen en medio del pueblo de Dios”[1]. Ciertamente en todas las etapas de formación debe subrayarse de manera especial el impulso misionero que ha de caracterizarlas. “El Seminario ha de alentar el dinamismo misionero, tanto en la pastoral ordinaria, en la nueva evangelización de nuestra tierra como en la misión ad gentes, formando pastores misioneros con amplio sentido eclesial, con capacidad de escucha y anuncio, capaces de colaborar, desde la unión del presbiterio diocesano, con laicos y consagrados en la salida misionera de la Iglesia, abiertos incluso a ser enviados a otros lugares donde haya mayores necesidades”[2].

La llamada de Jesús

Jesús llama a los que él quiere y se van con él (Mc 3,13). Los llama para una doble misión: Estar con él, es decir, formar la comunidad de la que Jesús es el eje; y enviarlos a predicar, esto es, anunciar la Buena Nueva y luchar contra del poder del mal que erosiona la vida humana y esclaviza a las personas. En los primeros momentos a los llamados no los vemos actuar; primero tienen que aprender a contemplar y a comprender lo que hace y dice su maestro; sólo después podrán anunciar el mensaje del reino de Dios y curar a los hombres de sus enfermedades. Esta pedagogía ha de tenerse en cuenta en el proceso formativo en el Seminario por parte de los Formadores.

La llamada a los apóstoles tiene lugar en el contexto de una subida: Jesús subió al monte, pasó la noche en oración para saber a quienes tenía que elegir. Constituye un núcleo más estable de doce personas para dar mayor consistencia a la misión encomendada que exige fortaleza, coraje y cambio de estructuras. De este modo, trata de lograr el doble objetivo: estar con él y enviarlos a predicar, es decir, a ser misioneros. La comunidad que se forma alrededor de Jesús, tiene tres características muy significativas: es formadora, es misionera y está inserta en medio de los pobres de Galilea. La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar(EG 273).

Nuestra preocupación

“La falta de vocaciones, decía san Juan Pablo II, es ciertamente la tristeza de cada Iglesia”. De nuevo, queridos diocesanos, os pido que fomentéis y acompañéis las vocaciones al ministerio sacerdotal con entusiasmo apostólico. “Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo, surgen vocaciones genuinas” (EN 107). En las visitas pastorales comparto con vosotros la preocupación de que ya no son pocas las parroquias que no puedan tener la celebración de la Eucaristía los domingos. El Señor nos recuerda: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad pues al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc 10, 2). Esto ha de ser preocupación de todos, acompañando también a los seminaristas que han de configurarse con Cristo, cabeza, pastor, y siervo. “Este proceso místico es un don de Dios que llegará a ser plenitud a través de la ordenación sacerdotal y constituye un camino formativo que permanecerá vigente durante toda la formación permanente”[3].

Exhortación final

Tengamos muy presentes en nuestra oración a los llamados al sacerdocio. Y dentro de nuestras posibilidades colaboremos económicamente para que nuestros Seminarios Mayor y Menor tengan los medios necesarios y adecuados para ofrecer la mejor formación humana, intelectual, espiritual, comunitaria y pastoral a quienes se preparan para recibir el ministerio sacerdotal. Los ponemos bajo el patrocinio del Apóstol Santiago, de San José y de María, Reina de los Apóstoles.

Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] RFIS, Introducción, 1; Francisco, Discurso a la Plenaria de la Congregación para el Clero (3 de octubre de 2014).

[2] CEE, Plan de Formación Sacerdotal. Normas y Orientaciones para la Iglesia en España. Formar Pastores misioneros, 28 de noviembre de 2019, nº 59.

[3] Ponencia sobre la formación en los Seminarios de Mons. Jorge C. Patrón Wong, Secretario de la Congregación para la Educación Católica (Seminarios).

6 diciembre, 2020
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