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Evangelio del martes, 21 de mayo de 2019

by santaeulalia

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:- «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago. Levantaos, vámonos de aquí.»

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
“La paz os dejo, mi paz os doy… Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Jesús comunica la paz a sus discípulos; un don que fue confirmado con el acontecimiento de la resurrección. Los apóstoles estaban encerrados, con el temor reinando en su corazón y sin poder comprender las palabras de su Maestro y en esta situación personal y comunitaria el Señor les hace partícipe de la buena noticia que se traduce el fortaleza, seguridad y fraternidad.

El evangelio de hoy permite recordar las palabras del Papa Francisco: “Mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren.
Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.
La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura «fachada», que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso artesanal, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo”.

Entonces es necesario reconocer que la paz que el Señor ofrece es fruto de su victoria. Por la obediencia hasta la cruz ha obtenido el perdón para todos; Dios ha tenido misericordia de nosotros. Cristo Resucitado nos revela el amor paternal de Dios; el mal, el pecado y la muerte han sido vencidos. La verdadera paz brota de la experiencia del perdón de Dios. Él ha querido recrearnos con la Sangre de su Hijo, con su gracia nos ha constituido en nuevas creaturas; ya lo antiguo ha pasado, Él hace nuevas todas las cosas.

Es el mensaje que Pablo reitera a la Iglesia: “Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca… Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo” (Colosenses 3, 8-15).

La experiencia de la presencia del Señor resucitado nos mueve a dejarnos llenar de su paz que fortalece nuestros pasos. En ocasiones vamos en el camino de la vida llenos de incertidumbres, fatigas, temores; experimentamos la fragilidad de las relaciones y tribulaciones que producen temor, desconcierto e inseguridad. Podemos cargar con heridas y faltas de perdón y reconciliación. Y en nuestras realidades el Señor nos vuelve a decir: “te traigo la paz, no tiemble tu corazón ni te acobardes”.

Podemos concluir preguntándonos: ¿vivo reconciliado con Dios, dispuesto a levantarme cada día y hacer su voluntad? ¿En los ambientes donde me muevo soy un artesano de la paz, evitando todo conflicto y siendo promotor de la reconciliación y de la fraternidad?

P. John Jaime Ramírez Feria

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