Home Evangelio del día Evangelio del sábado, 13 de abril de 2019

Evangelio del sábado, 13 de abril de 2019

by santaeulalia

Lectura del santo evangelio según san Juan 11,45-57

En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: – «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.» Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: – «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.»

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: – «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Meditación
Luego de la resurrección de Lázaro en Betania, el evangelio de hoy nos muestra el panorama de la gente; muchos judíos creyeron en Jesús, pero otros lo denunciaron ante las autoridades. Proféticamente el sumo sacerdote Caifás aconseja que “Es mejor que un solo hombre muera por el pueblo, y no que la nación entera perezca”.
Se vislumbra, entonces, que la pascua de Jesús está cerca y ante la compleja situación, “aquel día decidieron darle muerte”. Al respecto comenta el Papa Benedicto XVI: “Jesús, en su anuncio y en toda su obra, había inaugurado un reino no político del Mesías y comenzado a deslindar los dos ámbitos hasta ahora inseparables. Pero esta separación entre política y fe, entre pueblo de Dios y política, que forma parte esencial de su mensaje, sólo era posible en última instancia a través de la cruz: sólo mediante la pérdida verdaderamente absoluta de todo poder externo, del ser despojado radicalmente en la cruz, la novedad se hacía realidad. Sólo mediante la fe en el Crucificado, en Aquel que es desposeído de todo poder terrenal, y por eso enaltecido, aparece también la nueva comunidad, el modo nuevo en que Dios domina en el mundo. Pero eso significa que la cruz respondía a una “necesidad” divina y que Caifás, con su decisión, fue en último análisis el ejecutor de la voluntad de Dios, aun cuando su motivación personal fuera impura y no respondiera a la voluntad de Dios, sino a sus propias miras egoístas”.

Los signos y milagros obrados por Jesús que debieron convertirse en acreditación de su misión, se convirtieron en el detonante para pasar de la conspiración a la decisión de acabar con él. Como escribe un autor para hablar de la paradoja del ser humano: “mientras Dios busca la forma de bendecir al hombre, el hombre no piensa en otra cosa que en sacar a Dios de su mundo. Y tristemente, esto es lo mismo que sigue pasando en nuestros días”.

Hemos llegado a la Semana Mayor para contemplar con el Misterio de Salvación. Como profetizaba Isaías: «¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus heridas hemos sido curados” (Isaías 53,4-5).
Esta Palabra nos ayuda a mover nuestras voluntades al encuentro con el amor de Dios manifestado en Jesucristo; ante nuestros ojos han acontecido tantos signos de la grandeza del Señor, pero el don por excelencia lo encontramos en el poder del Crucificado, en su donación total, en el camino que nos abre hacia una vida nueva. No lleguemos a la Semana Santa con el corazón acostumbrado; entremos en este tiempo con el corazón dispuesto y dejémonos sorprender por el Señor.

P. John Jaime Ramírez Feria

Entradas Relacionadas